Ilustración: Noemí Villamuza |
En las aulas llevamos a
cabo infinidad de actividades diferentes relacionadas con la lectura.
Pero, ¿nos hemos parado
a pensar qué piensan nuestros alumnos y alumnas respecto a la
lectura, respecto a los libros? Indudablemente lo que piensen y las
ideas previas que tengan marcarán su posicionamiento, su actitud y
su motivación a la hora de leer. Y esto, a su vez, condicionará su
esfuerzo, su rendimiento y su disfrute.
Y, ¿qué sienten?
¿Son capaces de poner nombre a lo que alberga su corazón antes de
empezar a leer, cuando lo están haciendo, o incluso al terminar?
¿Deja huella lo leído? ¿Movilizan y activan su pensamiento para
incorporar nuevos puntos de vista, nuevos aprendizajes?¿Se meten
dentro de la historia y empatizan con los personajes ? ¿Relacionan
lo leído con sus vivencias? ¿Son conscientes de todo esto?
Y, ¿qué leen?
¿Tienen alguna relación con las propuestas que les hacemos desde el
colegio? ¿Qué tipo de lectura realizan en su tiempo libre, en qué
formato, con qué objetivo, con qué frecuencia, qué géneros
prefieren, cuáles son sus personajes preferidos, qué temáticas
predominan...?
Esto es lo que hemos
querido plantear con esta actividad de El libro y yo en
todos los cursos de primaria.
Planteamos
la actividad adaptándola al nivel y comprensión de cada nivel,
sugiriendo y aclarando lo que significaba. Se trataba de que buscaran
en ellos mismos las respuestas a estas cuestiones, que se pararan a
pensar en algo que habitualmente hacen pero de una forma mecánica,
sin observar qué pensamientos pasan por sus mentes y cómo influyen
y determinan su comportamiento como lectores. Poner nombre a las
sensaciones y emociones que nacen del acto de leer o de lo que nos
evoca la lectura tampoco es algo de lo que nos demos cuenta
normalmente. Por eso hemos querido parar para observar y comprender
qué supone para cada uno de nosotros la lectura, en qué momento
estamos, cuál es nuestra relación con ella, qué suponen los libros
en nuestra vida...
Y
una vez que somos conscientes de esto también nos hemos cuestionado
qué dificultades
encontramos tanto al leer como al comprender, qué obstáculos frenan
o limitan esta actividad...
Y
lo más importante, ¿cómo podemos solucionarlos?
¿Qué mejoraría nuestra lectura? ¿Qué hacer individual o
colectivamente? ¿Con qué recursos?¿En qué momentos? …
Una
vez planteada la reflexión, cada alumno y alumna rellenó una ficha
en la que aparecían estas preguntas. Posteriormente se hizo una
puesta en común para recoger las impresiones y opiniones de todos.
Todas eran válidas y aceptables. No se trataba de valorar sino
simplemente de ver, en algunos casos constatar y en otros hacer
conscientes de la importancia que tiene este “chequeo” , no solo
en la mejora de nuestra lectura, sino en nuestra relación con ella.
Porque la lectura nos acompañará toda la vida, es mejorable, es
práctica y funcional para la vida diaria en todos los ámbitos y
está en nuestra mano elegir qué, para qué y cómo lo vamos a hacer. En esta compleja y a la vez fascinante tarea el compromiso e implicación docente es fundamental.
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