Hoy ha visitado nuestra
biblioteca el escritor Ignacio Sanz. Ha compartido un primer
encuentro con los alumnos de quinto y después otro con los de tercero,
que habían leído El hombre que abrazaba a los árboles y Una
casa, dos niños y trescientos ruiseñores, respectivamente.
Con el grupo de quinto,
Ignacio aprovechó las palabras de un grupo de alumnos que
hicieron su presentación para recitar unos versos de Cervantes al
que elogió al igual que a toda su obra, en especial El Quijote. Y
para que comprendiéramos mejor la trascendencia de su obra, más allá
de nuestras fronteras, nos contó una anécdota que vivió en un país
nórdico. Allí un grupo de personas se reúne periódicamente para
leer un capítulo de la obra y realizar distintas actividades, entre
otras, rutas por España relacionadas con el Quijote.
Así enlazó con la figura
de los escritores
que surgen porque tienen
algo que contar.
Y nos contó de
dónde surge la historia de El
hombre que abrazaba a los árboles. En su
pueblo había muchos olmos que fueron afectados por la grafiosis, una
enfermedad que se ha extendido por muchos países y que provoca que
las hojas se marchiten y los árboles mueran. Los olmos son árboles
milenarios, que presiden la vida social de los pueblos y sus gentes.
Cuando llegaron para cortar a este último olmo, el operario, Pepe
Fraile, se negó porque pensó que se podía salvar. Insistió tanto
que tuvieron que llamar al ingeniero. Estaba dispuesto a subirse al
árbol para impedir que lo cortaran. Se hizo cargo del olmo, le echó
fertilizantes, lo cuidó y con el tiempo se curó.
Fue el único
olmo que permanece en un paseo donde antes había cientos. Se ha
convertido en un árbol
singular.
El hijo del escritor
escribió un artículo sobre este árbol y al comentarlo con su padre
y decirle que detrás estaba la historia de Pepe Fraile, el hijo le
dijo que si había una historia que la escribiese él. Y después de un tiempo, escribió este libro.
De esto se deduce que
detrás de un bosque hay mucha vida e
historias. Conocimos de donde proviene la
palabra foragido, quienes son los hacheros o gabarreros. Hay muchas
personas que trabajan para cuidar y proteger la madera, sus frutos,
los árboles, los animales y el bosque en general, donde todo está
relacionado y donde cualquier ser vivo depende para vivir de los
árboles.
El autor también nos habló del
carácter simbólico y metafórico que tienen
los árboles en los cuentos, donde muchos
protagonistas tienen que atravesar un bosque para conseguir algo y
alcanzar un final feliz. Del mismo modo, los niños y niñas también
tienen que atravesar esta etapa de la infancia y “echarse al monte”
para madurar, crecer y ser personas adultas.
Después vino un turno de
preguntas y así supimos el significado de algunas palabras como
berganta, que el
nombre de Felicidad lo encontró paseando por la ciudad de Oran en
Argelia y que le hizo darse cuenta de que su madre tiene el mismo nombre
pero en latín, que anota ideas que observa o se le ocurren en una
libreta y después puede utilizar en sus escritos. Ignacio escribe por
muchas razones, entre otras, porque ha leído mucho aunque en su
infancia no tuvo muchos libros y también porque tuvo una
abuela medio analfabeta pero que
llevaba un tesoro en su cabeza, el tesoro de
los cuentos de la tradición oral como retahílas, juegos de suertes,
poesías, trabalenguas, etc y eso fue lo que hizo que se enganchara a
la literatura. Comprobó que las
palabras tienen vida, saltan, retumban, sirven para jugar.
Así llegó el momento de
jugar con la lengua e invitó a algunos niños
a repetir trabalenguas, y a todos a decir poesías que él
previamente decía y los niños repetían, también jugaron con un
cuento participativo y otras anécdotas relacionadas con el juego que
dan las palabras, con sus equívocos y sus significados. Las
palabras tienen magia. El
lenguaje tiene florituras, encantamientos y metáforas a los que hay
que seguir el rastro.
Quiso que apareciera en su
libro una canción de corro porque
el corazón late diferente con este juego y también porque es un
homenaje rotatorio al mundo que gira mientras lo hacen las personas
que giran al ritmo de la música encandilando a todos sus
participantes.
Ignacio nos dijo que sus
libros son como una deuda que tiene con los grandes escritores y
que tienen el fin de
incitar a los niños y niñas a leer para que un día lleguen a
descubrir a los escritores clásicos.
Leer para conocer, para viajar a otros lugares, descubrir personajes
conmovedores, etc. Ahora que estamos en la era de la información
diferenció entre aquellos que simplemente informan de aquellos que
lo hacen con una sensibilidad exquisita y la clave está en lo que
han leído porque las
palabras almibaran la felicidad.
Ignacio está
convencido de que la vida es azarosa, está llena de casualidades e
invitó al alumnado a
leer más, a incorporar la literatura a su bagaje personal ,
a tener su “savia interior” recordando la de los árboles,
teniendo apetencia para leer y llegar lejos.
Al final hubo firma de libros y despedida hasta pronto, porque, como no hay dos sin tres y esta es la segunda vez que nos visita, deseamos que haya una tercera. Gracias Ignacio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario