Esta es la conclusión principal a la que ha llegado Francisco
Mora (Granada, 1945), doctor en Neurociencia por la Universidad de
Oxford y catedrático de Fisiología de la Universidad Complutense y
que recoge en el libro que acaba de publicar en Alianza Editorial.
"Sin emoción –dice– no hay curiosidad, no hay
atención, no hay aprendizaje, no hay memoria".
El elemento esencial en el proceso de aprendizaje es la emoción
porque sólo se puede aprender aquello que se ama, aquello que le
dice algo nuevo a la persona, que significa algo, que sobresale.
"Los
niños hoy aprenden, desde muy pronto, conceptos abstractos en
habitaciones con ventanales sin mucha luz o luz artificial, con el
rigor y la seriedad de maestros que se aleja de aquel “juego”
primitivo que generaba aprender y memorizar de lo sensorial directo,
“con alegría”,
base de la atención y el despertar de la curiosidad".
El entorno de la Neuroeducación contempla que "La enseñanza y el aprendizaje requieren un conocimiento de cómo funciona el cerebro en esos procesos y llevarlo a los maestros y los profesores para que estos finalmente lo apliquen en las aulas"
"La
neurociencia cognitiva nos indica, a través del estudio de la
actividad de las diferentes áreas del cerebro y sus funciones, que
solo puede ser verdaderamente aprendido aquello que te dice algo,
aquello que llama la atención y genera emoción, aquello que es
diferente y sobresale de la monotonía".
"La atención,
ventana del conocimiento, despierta cuando hay algo nuevo en el
entorno”
"La atención
nace de algo que puede significar recompensa (placer) o castigo
(peligro) y que por tanto tiene que ver con nuestra propia vida".
Todo esto podemos relacionarlo con la competencia comunicativa, en
concreto con la mediación entre textos y sus receptores que se
realiza para activar esa actitud y disposición favorable hacia la
afición lectora y que tanto tiene que ver con la emoción. Así lo
recoge Luis Arizaleta en su artículo de Libro Abierto del que extraemos estas
pequeñas pinceladas.
La mediación es una estrategia metodológica para la didáctica
de la literatura y el aprendizaje dialógico, que impulsa a la
autonomía personal otorgando a los individuos poder para interpretar
y recursos para expresarse.
Por el contrario, la didáctica gramaticalista de la literatura no
crea vínculos bidireccionales con los textos, disuade de la
comunicación que conmueve, de la belleza que atrae y emociona, de la
hondura que alude y transforma, emitida a través de creaciones
literarias orales, escritas y gráficas.
Una
competencia comunicativa satisfactoria, interiorizada y funcional,
asocia motivación intrínseca, diversión y comprensión, nutrida
por experiencias placenteras, cuanto más tempranas mejor, de
comunicación interpersonal mediada por textos: experiencias de
lectura en voz alta, álbumes ilustrados compartidos, relatos y
narraciones de viva voz… que no tienen por qué interrumpirse
cuando los lectores comienzan a dominar el código escrito, antes al
contrario, la oralidad debiera jugar un papel activo en la educación
literaria a cualquier edad.
Los
educadores y familiares tienen la oportunidad de llevar a cabo
prácticas transformadoras, evolutivas y gratificantes. Recomienda:
1ª
Recuperar la narración, el relato y las historias de vida
como fuente de autenticidad comunicativa, conexión entre memoria,
imaginación y vivencia, encuentro con el otro.
2ª
Leer y disfrutar como adultos de libros publicados en
colecciones para niños y jóvenes, y seleccionar aquellos
cuyo interés y calidad -por lenguaje, estilo, originalidad
estructural o de punto de vista- nos convenzan y que hayan
significado experiencias satisfactorias de lectura.
3ª
Manejar los fondos de las bibliotecas para seleccionar literatura de
calidad, aprovechando textos que consideramos adecuados a la
diversidad de intereses y gustos de los lectores en formación.
4ª
Recomendar y compartir esa literatura con los lectores
en formación teniendo en cuenta la adecuación al grado de
desarrollo de su competencia comunicativa. Conversar sobre las
experiencias de lectura, poner en común interpretaciones, relacionar
lo leído con lo vivido, construir sentido juntos.
Por tanto vemos como la educación literaria viene de la mano de quienes nos hacen sentir la emoción de sus palabras, de su voz, de su interés y pasión por los textos para que podamos interactuar, tanto con otros como con nosotros mismos, e ir trazando nuestro camino como lectores, lectores que sienten y disfrutan la literatura.
Via: Canal Lector y Libro Abierto
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