Cada 24 de octubre se organizan en nuestras bibliotecas un buen
número de actividades para celebrar el Día de la Biblioteca, una
conmemoración que promueve desde 1997 la Asociación Española de Amigos del Libro Infantil y Juvenil, con
el apoyo por el Ministerio de Cultura, editando un cartel conmemorativo y un pregón.
En esta ocasión el cartel ha sido diseñado por el conocido ilustrador y humorista gráfico Andrés Rábago, “El Roto” y el pregón es obra de la escritora Laura Gallego.
Una fantástica historia de un lugar
en el que no había libros y de la llegada de unos libros especiales, que a modo de semilla, sembraron las bibliotecas de todo el planeta…
Esta celebración toma más fuerza cada año con el fin de concienciar a
nuestra sociedad de la importancia de la lectura, especialmente entre
los niños y jóvenes y para agradecer y potenciar la extraordinaria labor de los bibliotecarios y bibliotecarias. Es de ensalzar y celebrar la existencia y uso de las bibliotecas, que
garantizan el acceso de todos los ciudadanos a la información y promueven el
acceso a la cultura. Las bibliotecas son necesarias y siguen
representado una función esencial en el desarrollo educativo, cultural,
científico, social, recreativo y económico de la sociedad.
Pregón. Relato de Laura Gallego:
Érase
una vez un viajero que llegó desde un lugar lejano a un pueblo en el
que no había libros. Se sentó a descansar en la plaza mayor y sacó de su
morral un viejo volumen de cuentos. Cuando empezó a leer en voz alta,
los niños, que nunca habían visto nada semejante, se sentaron a su
alrededor para escucharlo.
El visitante relató historias que
fascinaron a sus oyentes y les hicieron soñar con fantásticas aventuras
en reinos maravillosos. Cuando terminó, cerró el libro para volver a
guardarlo en su morral. Nadie se percató de que, al hacerlo, escapaban
de entre sus páginas algunas palabras sueltas que cayeron al suelo.
El viajero se marchó por donde había
venido; tiempo después, los habitantes del pueblo descubrieron el
pequeño brote que elevaba sus temblorosas hojitas hacia el sol, en el
lugar en el que habían caído las palabras perdidas.
Todos asistieron asombrados al
crecimiento de un árbol como no se había visto otro. Cuando llegó la
primavera, el árbol exhibió con orgullo unas hermosas flores de pétalos
de papel. Y, con los primeros compases del verano, dio fruto por primera
vez.
Y sus ramas se cuajaron de libros de
todas clases. Libros de aventuras, de misterio, de terror, de historias
de tiempos pasados, presentes y futuros. Algunos se atrevieron a coger
esos frutos, y había un sabio en el lugar que les enseñó a leer para
poder disfrutarlos.
A veces, la brisa soplaba y sacudía las
ramas del árbol. Las hojas de los libros se agitaban y dejaban caer
nuevas palabras. Y pronto hubo más brotes por todo el pueblo; y en
apenas un par de años, los árboles-libro estaban por todas partes.
Se corrió la voz; muchos
investigadores, curiosos y turistas pasaron por allí para conocer el
lugar donde los libros crecían en los árboles. Los habitantes del pueblo
leían sus páginas con fruición, y cuidaban cada brote con gran mimo. Y
así iban recogiendo más y más historias con cada nueva cosecha de
libros.
Un día, los más sabios del lugar se
reunieron y acordaron compartir su tesoro con el resto del mundo.
Eligieron a un grupo de jóvenes y los animaron a escoger un libro del
primer árbol que había crecido en el pueblo. Después, los enviaron a
recorrer los caminos.
Ellos se repartieron por el mundo,
buscando un hogar para su preciada carga, y así, con el tiempo, cada uno
dejó su libro en una biblioteca diferente.
Y cuenta la historia que allí siguen
todavía. Que hay algunas bibliotecas que guardan entre sus estantes un
libro especial que deja caer palabras-semilla. Y que, si aterrizan en el
lugar adecuado, cada una de esas palabras crecerá hasta convertirse en
un árbol que dará como fruto nuevos libros.
Nadie sabe en qué bibliotecas se
encuentran estos libros maravillosos. Se desconoce también cuáles, de
entre todos sus volúmenes, son los que proceden del pueblo donde los
libros crecen en los árboles. Podría ser cualquiera, y podría estar
escondido en cualquier rincón de cualquier biblioteca del planeta.
Animaos a entrar en ellas y a explorar
sus estanterías, viajeros; porque quizá deis por casualidad con un libro
cuyas palabras echen raíces en vuestro corazón y hagan crecer un
magnífico árbol de historias cuyas semillas puedan llegar a cambiar el
mundo.
¡Feliz día de la biblioteca!
Laura Gallego
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