"Morirse de miedo", "temblar de miedo", "miedo insuperable", "hacerse un nudo en al garganta", "poner los pelos de punta", "helar la sangre", "no tenerlas todas", "cagarse" ... son expresiones que pretenden describir la emoción que se experimenta ante el peligro.
Pero, ¿que es el miedo?. Según Rafael Bisquerra, el miedo es una emoción que se experimenta ante un peligro real e inminente. El miedo es activado por amenazas a nuestro bienestar físico o psíquico.
Cuando tenemos miedo notamos una sensación desagradable: se nos acelera el pulso, sudamos, temblamos, sentimos sequedad en la garganta, dificultad de respirar y tensión muscular.
El miedo es una información valiosa que nos va a permitir tomar precauciones y decisiones en vistas a evitarlo.
Ilustración: Adine Halim |
Aún así a muchos niños y niñas les atrae el miedo y encuentran en la literatura la forma de degustarlo, abordarlo y superarlo. Y es que, no es más valiente quien no tiene miedo, sino aquel que, a pesar de tenerlo, es capaz de actuar. Quizá por eso la lectura, planteando una serie de situaciones que desencadenan miedo, les lleva a ser consciente de los miedos y a saber que se pueden superar, y tal vez, esa lectura le ofrezca alguna estrategia para superar los suyos propios.
Pero debemos ser críticos y reflexivos y saber que no todo vale en cuestión de literatura de miedo. Si nos preguntamos cómo podemos reconocer y valorar una buena historia de terror para niños y jóvenes, Lectura Lab nos da unas pautas muy acertadas:
Ilustración: Marijke Veldhoven |
En la narrativa de miedo y terror el autor busca despertar la ansiedad del lector y provocar en él inquietud o desasosiego, ya sea procedente de la violencia, de un terror psicológico o de un miedo sobrenatural.
¿Qué valoramos en estas obras?
- Las amenazas: que surjan de forma gradual para percibir los riesgos y consecuencias y que crezcan en intensidad para dar tensión al relato.
- Los acontecimientos: que las situaciones de terror se sucedan con altibajos, con crestas y mesetas respecto al conflicto y no de una manera plana.
- La tensión narrativa: que el enfrentamiento de las fuerzas en pugna tenga la tensión e incertidumbre suficiente para no decantarse de antemano hacia un lado y que los progresos de unas y otras estén justificados y no sean gratuitos.
- El ambiente o atmósfera: que la acción y los personajes estén envueltos en una atmósfera oportuna que aporte intensidad al devenir de los acontecimientos: ambientes propicios al miedo, que despierten en el lector sensaciones y sentimientos acordes a la acción.
- Las circunstancias: que los escenarios y contexto en el que se mueven los personajes refuercen la sensación de abandono, debilidad, confusión o pérdida de la seguridad que les convierten en víctimas y resulte verosímil la amenaza que cae sobre ellos.
- La implicación del lector: que el autor provoque inquietud y desasosiego en él, despierte su ansiedad; que sea hábil y le ofrezca pistas pero que deje, a la vez, espacio para que éste observe y especule.
"La maravillosa riqueza de la experiencia humana perdería parte de su gratificante alegría si no fuera por las limitaciones que debemos vencer. La cima no sería ni la mitad de maravillosa si no hubiésemos cruzado antes los valles oscuros"
Helen Keller
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