En la sección de ÁLBUM ILUSTRADO de nuestra biblioteca tenemos esta preciosa novedad. ¿Os habéis sentido alguna vez invisible o desapercibido? ¿Quién no busca su sitio en este mundo? En este libro descubriréis un personaje que lo hace sacando lo mejor de sí mismo para ofrecérselo a los demás.
Con delicadeza
y gusto el autor ha creado a este pequeño personaje, tímido, a
veces invisible, que el lector tendrá que ir descubriendo poco a
poco.
Cuando cada uno de los niños
del campamento
recibe un trozo de papel
decorativo, procedente de una de las paredes de la mansión en la que
se alojan, con un breve poema sobre ellos escrito en el reverso,
todos jugarán a ser detectives
y tratarán de averiguar quién
se esconde tras las poesías. Les ayudará en tan difícil tarea el
único adulto: Don Jacobo, el intendente.
El autor de los versos parece
ser alguien que los conoce muy bien: una pequeña persona, grande de
corazón eso sí, que se siente sola y ve en las palabras, que tan
bien conoce, el vehículo perfecto para dar rienda suelta a sus
sentimientos. Primero, pondrá sus emociones por escrito,
pero después, llegado el momento y una vez superada la timidez,
decidirá ponerles voz
¡y qué voz! Él es el
Ruiseñor.
Los tonos empleados en las
ilustraciones ayudan a situarse en la época en la que se ambienta la
historia, los años
cincuenta. Son colores
apagados, melancólicos, que se mantienen hasta el rojo de gran
fuerza del final, cuando se conoce la identidad del misterioso
emisor. El olor a tinta y a papel también ayudan a evocar otra
época.
El libro, de tapas duras y
formato rectangular tamaño folio, es una cortísima
aunque muy emotiva historia sobre el valor de la amistad. Además, la
pequeña obra incluye una serie de desplegables tras los cuales se
esconde el misterioso poeta. Y es que, el lector también será uno
más de la pandilla de niños detectives y deberá descubrir quién
se oculta tras los versos: una persona que siempre ha estado ahí
pero que necesita que otras se fijen en él para dejar de sentirse
invisible. Resulta complicado, sin duda, encontrar nuestro lugar en
el mundo, lo especial que hay dentro de cada uno de nosotros, y para
hacerlo es necesario contar con el apoyo de los que nos rodean.
Hay equilibrio entre el
texto y las ilustraciones.
El primero es breve y tiene un toque humorístico especial. Resulta
esencial para entender lo que sucede en cada dibujo. En cuanto a las ilustraciones son, sencillamente, espectaculares: atrapan al lector
y hacen que vuelva a abrir el libro una vez terminado.
El estilo peculiar del ilustrador Benjamín Lacombe
nos conquista: sus tétricos dibujos, una rara mezcla de tristeza y
alegría, son magníficos. La historia de Sébastien Perez también es
preciosa. Las palabras de uno y las ilustraciones del otro forman una
pareja perfecta.
Fuente: sur.es
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